Gillian Callison/Pixabay

Eighteen years ago, I was driving on the 101, looking at the cars to my left and right, seeing through bleary eyes, sleep deprived as a first-time mom, having a fleeting curiosity about how I and so many others in the same situation were actually allowed to be operating heavy machinery.

Dotting some of the lines to the present, I think back to holding hands with our daughter as we crossed the street, and then watching her do it on her own, looking, listening, and then crossing. Then tricycling, bicycling, and now driving. In a blurry, imperfect snap of the fingers, here we are, 18 years later, after she has just graduated from high school, our family on the brink of a new chapter.

I hear that we’ll get through this. We may even look back at this time with longing. I can believe it. But, when you’re in the thick of it like me, I look to my left and my right, wondering if all the big feelings are happening in other families like ours. I trust that they are.

Susan Salcido | Credit: Courtesy Luis Medina

Beneath the shimmer of tassels and sea of smiling faces at graduation, this transition unfolds as a profound change for families. Everyone who has gone through it can now look back at high school and recognize that it was never a seamless linear progression from one success to the next. In fact, did anything really go exactly as expected? Friendships, coursework, college admissions processes — there are just no scripts for these things. As graduates look to the future, the terrain ahead is filled with important choices and challenges, all so essential to navigate, for us as parents, too.

In Santa Barbara County this year, we had close to 5,500 high school graduates. Across the county, we have seen impressive high school graduation rates, with 93.7 percent percent of our county’s high school seniors graduating with a diploma last year, compared with 88.7 percent statewide. The most recent figures show that 67.1 percent of students in our county go to a college or university, versus 62 percent statewide.

As educators, we track rates and percentages to assess how graduating classes are progressing as a whole, but we recognize the diversity of human experiences and emotions encapsulated in the numbers.

As I close my eyes and imagine what these 5,500 high school graduates are experiencing right now, this very summer, I can see a host of possibilities: a mix of joy, gratitude, exhilaration, relief, worry, uncertainty, and hopefulness. Some students are off to work, others beginning their trade school, many starting Allan Hancock College and Santa Barbara City College. Some have saved up to travel, and others are preparing to move away for school in just a few weeks.

And as I think about parents and guardians, I can see another set of possibilities, a swinging pendulum of mixed feelings: We are so proud of what our kids have accomplished and yet uncertain if we’ve taught them enough to launch independently. We are learning how to parent young adults, navigating when to swoop in and when to step way back. We want our children to be safe, and yet we know it’s good if they make important mistakes and grow from them.

One thing we know for sure: no one can possibly know how today’s choices and decisions will unfold. This is a time brimming with opportunity, possibility, and the promise, at the very least, of more choices and paths forward on the unpredictably exciting road ahead.

As we let our emotions run their natural gamut, perhaps we should simply bask in this milestone, acknowledging all the teachers, school staff, administrators, coaches, counselors, friends, neighbors, and family who helped in a thousand generous ways. To all of the helpers, and to the generations before us who have already experienced this rite of passage, thank you for proving that we are going to make it and thrive.

To our 5,500 graduates, 5,500 cheers to your achievements and the courage it takes to step into the unknown. May you find utter joy in discovering your gifts, be kind to people along the way, and please remember to call home.

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“De triciclos a borlas: la graduación, un tiempo de alegría y despedida” 

Las graduaciones pueden provocar emociones y recuerdos intensos. 

Hace 18 años, estaba conduciendo en la 101, mirando a los vehículos a mi izquierda y a mi derecha, mirando a través de ojos nublados y falta de sueño como mamá primeriza, con una breve curiosidad sobre cómo se me permitía a mí, y a tantas otras en la misma situación, operar maquinaria pesada.  

Conectando algunos de los puntos con el presente, recuerdo estar tomada de la mano con nuestra hija al cruzar la calle y luego verla hacerlo por sí misma, mirando, escuchando y luego cruzando. Después, andando en triciclo, en bicicleta y ahora conduciendo. En un chasquido de dedos borroso e imperfecto, aquí estamos, 18 años más tarde, después de graduarse de la preparatoria, nuestra familia, al borde de un nuevo capítulo. 

Dicen que vamos a seguir adelante. Puedo creerlo. Y que aún recordaremos este momento con nostalgia. Pero cuando estás en medio de esto como yo, miro a la izquierda, miro a la derecha, preguntándome si todos los grandes sentimientos también están sucediendo en otras familias como la nuestra. Confío que sí. 

Bajo el brillo de las borlas y el mar de caras sonrientes en la graduación, esta transición se despliega como un cambio profundo para las familias. Todos los que han pasado por esto pueden recordar la preparatoria y reconocer que nunca fue una progresión linear sin interrupciones de un éxito al otro. En realidad, ¿sucedió algo realmente como se esperaba? 

Amistades, tareas, procesos de admisión a la universidad – no hay guiones para estas cosas. Mientras los graduados miran hacia el futuro, el terreno adelante está lleno de importantes decisiones y desafíos, todos tan esenciales para navegar también nosotros como padres.  

En el Condado de Santa Bárbara este año tuvimos casi 5,500 graduados de la preparatoria. A través del condado hemos visto índices impactantes de graduación de la preparatoria, con el 93.7% de nuestros alumnos del último año recibiendo un diploma el año pasado, comparado con el 88.7% en todo el estado. Las cifras más recientes muestran que el 67.1% de los estudiantes en nuestro condado van al colegio o la universidad comparado con el 62% en todo el estado. 

Como educadores, rastreamos los índices y porcentajes para evaluar cómo las clases de graduados progresan en general, pero reconocemos la diversidad de las experiencias humanas y las emociones encapsuladas en los números. 

Mientras cierro los ojos e imagino qué están sintiendo estos 5,500 graduados de la preparatoria en este momento, este verano, veo una multitud de posibilidades: una mezcla de felicidad, gratitud, euforia, alivio, preocupación, incertidumbre y esperanza. Algunos estudiantes van a trabajar, otros aprenderán un oficio, muchos comenzarán Allan Hancock College y Santa Barbara City College. Algunos han ahorrado para viajar y otros están preparándose para mudarse para ir a la universidad en unas pocas semanas. 

Y mientras pienso en los padres y tutores, puedo ver otro conjunto de posibilidades, un péndulo de sentimientos mezclados: estamos orgullosos de lo que han logrado nuestros hijos y aún inseguros de si les hemos enseñado lo suficiente para lanzarlos a la independencia. Estamos aprendiendo a cómo ser padres de adultos jóvenes, decidiendo cuándo precipitarse y cuándo dar un paso atrás. Queremos que nuestros hijos estén seguros, pero sabemos que es bueno si hacen errores importantes y aprenden de ellos. 

Algo que sabemos por seguro: nadie puede realmente saber cómo las elecciones y decisiones de hoy se van a desarrollar. Este es un tiempo rebosando con oportunidades, posibilidades y la promesa, por lo menos, de más elecciones y caminos en la impredecible y emocionante ruta por delante. 

Mientras dejamos que nuestras emociones corran su gama natural, tal vez simplemente debamos disfrutar este meta, reconociendo a los maestros, personal escolar, administradores, entrenadores, consejeros, amigos, vecinos y la familia que nos ayudaron de miles de maneras generosas. Gracias a todos los ayudantes y a las generaciones anteriores que ya han experimentado esta iniciación, gracias por probar que vamos a lograrlo y prosperar. 

Para nuestros 5,500 graduados, 5,500 felicitaciones por sus logros y el coraje necesario para enfrentar lo desconocido. Que encuentren absoluta alegría al descubrir sus talentos, sean amables con las personas en su camino y por favor, recuerden llamar a casa. 

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